miércoles, 3 de agosto de 2016

Crítica de Butoh: GOLPE RECREA EN VIVO LA DEVASTACIÓN QUE SUFRE LA MUJER AGREDIDA

Pedro Labra Herrera Diario El Mercurio, Martes 02 Agosto 2016 En doce años de contundente labor, Natalia Cuéllar se ha ganado merecidamente el prestigio de referente obligado y cultora máxima en el país de esa extraña e inclasificable expresión nacida en Japón tras la Segunda Guerra Mundial llamada butoh, que significa "danza de la oscuridad" o de las tinieblas, y que surgió como una reacción extrema a la serena armonía y belleza buscada por la danza clásica nipona. Un arte que en los códigos occidentales podría caber dentro de lo que llamamos "danza-teatro", si no rechazara el lenguaje técnico aceptado aquí como danza. Así que, por su radicalidad, carácter exacerbado y efecto conmocionador, es mejor definirla como "performance teatral". Ya que aparece en nuestra escena de tarde en tarde, fuerza es recordar lo que el butoh ofrece, una suerte de intensa experiencia íntima, sin palabras y aire ritual, que despliega sus potentes imágenes y sensaciones viscerales para conectar al receptor con lo innombrable, el sufrimiento indecible, el horror y la muerte. En la atmósfera de una pavorosa pesadilla, o de una alucinación que remeda lo real de manera deforme y grotesca. Lejos de toda estilización, los ejecutantes expresan esto modulando su energía interior en una especie de trance; por medio de movimientos crispados y convulsos, con temblores y torsiones fuera de eje que los ponen al borde de perder el equilibrio; recurriendo a veces a la desnudez, con sus cuerpos cubiertos de polvo y los ojos en blanco. ¿Difícil de entender? Para nada; el espectador solo debe abrir sus sentidos y dejarse llevar por lo que el acto le sugiere.
Quinta propuesta de Cuéllar, formada en la disciplina en Europa con reconocidos maestros nipones, esta carece del componente ancestral y primigenio de "Xipe Totec" y "Xibalbá". En cambio se centra en la problemática de género, tal como la brillante "Cuerpo quebrado" con la cual en 2012 trató la agresión sexual ejercida contra mujeres por la represión en dictadura. Tanto más actual, puesto que se refiere a una dolorosa cuestión hoy en el ojo público: la violencia intradoméstica, antesala de crímenes atroces y el femicidio. Con el subtítulo de "Una mujer rota", es básicamente un unipersonal oficiado por ella. La vemos primero llena de vergüenza, terror e impotencia tras el castigo reiterado que le propina su pareja para someterla; su abandono y desesperación la llevan a maldecir su sexo. Luego, sin pausa, asistimos al momento en que ella siente que ya no vale nada; es como una muñeca desarticulada, un pedazo de carne sin espíritu ni sentido, un trapo que intenta al fondo de su conciencia vislumbrar la dignidad que alguna vez tuvo; quizás logre reencontrarse con quién fue y es en una imagen de mujer (la foto retrato de la propia madre de Cuéllar). En los intensos 45 minutos que dura, "Golpe" hace que el butoh -reflejo en buena medida de la deshumanización de la condición humana- se vuelva el lenguaje perfecto para representar en vivo frente a nosotros una vivencia tan desgarradora. Aun así, la imagen o sensación final no está bien resuelta; el remate luce abrupto, le falta algo. Parte, además, con una secuencia de fugaces visiones en que un actor encarna en tono naturalista al hombre que, primero, seduce; esa idea experimental no aporta gran cosa y parece fuera de estilo. En el tramo sustancial el trabajo con la luz resulta tremendamente expresivo y la música, de clima perturbador, es clave. Taller Siglo XX Yolanda Hurtado. Jueves hasta el 18 de agosto, a las 21:00 horas.

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