viernes, 3 de agosto de 2012

CRÍTICA TEATRAL, Xibalbá

“Xibalbá”: Impresionante Transfiguración Escénica Escrito por Marietta Santi Miércoles, 01 de Agosto de 2012 Una mujer cuyo cuerpo parece no tener límites. Que se arma y desarma mientras unas manos de otro mundo la tocan. En la pieza de danza butoh “Xibalbá”, la intérprete Natalia Cuéllar se transfigura en una doncella maya sacrificada, camino del reino de los muertos. Su performance, realizada en un espacio pequeño y con el único apoyo de la iluminación y el universo sonoro, propone una profunda experiencia sensorial que remite al espectador a terrenos íntimos, oníricos e inconscientes. La nueva entrega de la compañía Ruta de la Memoria, dirigida por Natalia, está en cartelera en el Teatro de Bolsillo, del barrio Brasil, y dura sólo cuarenta minutos que se hacen pocos. Tal como lo hizo con su aplaudido trabajo anterior, “Cuerpo Quebrado”, Natalia Cuéllar utiliza el lenguaje butoh para conectarse con temas e intereses personales. Si en “Cuerpo Quebrado” fueron las mujeres detenidas desaparecidas embarazadas, en “Xibalbá” es la conexión con creencias originarias que conoció en su exilio mexicano. En la primera pieza el estado que persigue el butoh es acompañado de una dimensión coreográfica. En la segunda, el lenguaje que la bailarina trabaja desde los 16 años adquiere su dimensión más profunda al conciliarse con el interior de los intérpretes, sus pulsiones y tiempos. Xibalbá es el nombre que el pueblo maya da al lugar de los muertos o inframundo. No es comparable con el infierno católico, ya que no se trata de un castigo sino de una parada lógica. Es en ese lugar donde el ser humano adquiere su mayor conciencia, y se puede llegar no sólo con la muerte, sino también en sueños o vía el uso de drogas. El viaje también es metáfora de una dimensión interior del ser, donde la relación con el espíritu permite alcanzar estados espirituales. En escena aparece primero Aníbal Sandoval, como un dios del inframundo. Su presencia copa el pequeño escenario y los sonidos guturales que salen de su garganta consiguen estremecer. Se desplaza, llenando el espacio con la reverberación de su voz. Se desliza, las rodillas flectadas, las manos hacia arriba, los dedos doblados. Él es el anfitrión, la figura oscura, el destino final. Luego surge la doncella, de espaldas al público. Su torso se desarticula, parece que su cabeza no existiera. Los dedos de sus manos se ven enormes, convertidas en las manos del dios que la recibe. Su carne se estremece, sufre por dejar el mundo de los vivos, pero también reconoce el honor del sacrificio. De fondo queda la imagen en la semipenumbra del anfitrión, quien toca un instrumento ancestral de origen australiano llamado diyiridú. Natalia Cuéllar alcanza un estado en que el cuerpo no tiene límites. Sus miembros están al servicio de un estado interior, donde no existe el tiempo a la manera del espectador. Cada músculo de su cuerpo entrenado en butoh se mueve respondiendo a un sentir, consiguiendo hacer hablar algo que está más allá de ella, consiguiendo una impresionante transfiguración escénica. El espacio sonoro y la iluminación colaboran en este recorrido, donde el espectador es bombardeado sensorialmente y encaminado a otras dimensiones. Hay mucha sutileza en los detalles de la puesta en escena, y no es necesario “saber” o “entender”. Basta con entregarse y dejarse llevar. "Xibalbá" es un imperdible de la cartelera, una joyita que remece, convoca e impacta. fotos Iván de la Vega

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